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¿qué es Ho'oponopono?

Ho’oponopono nace de una tradición ancestral hawaiana y significa: «Enderezar,
armonizar, corregir lo que es erróneo, poner orden».

Cuando aparecían diferencias entre las personas o llegaban los problemas relacionales en el seno de una comunidad, la gente se reunía en presencia de los protagonistas y, bajo la dirección de un sacerdote o chamán , se concedían el perdón.

Una cultura milenaria

100 % Responsabilid: 

Ho’oponopono propone que somos ciento por ciento responsables de nuestras experiencias, que cada situación que vivimos responde a nuestros propios pensamientos y creencias, en muchos casos inconscientes.

Cualquiera de nosotros estaría naturalmente dispuesto a asumir cierto grado de responsabilidad en muchas de las situaciones de nuestra vida. Por ejemplo, muchas de nuestras experiencias ocurren precisamente porque nosotros mismos decidimos actuar de una determinada manera. Nuestra responsabilidad en esos casos es evidente.

En otros casos, sin embargo, nuestras experiencias son la consecuencia de lo que otras personas hacen, muchas veces sin que hayamos interactuado previamente con ellas. En estos casos normalmente no nos sentimos responsables de lo que sucede.

Y hay otros eventos acerca de los cuales nos resistiríamos todavía más a reconocernos involucrados, tales como el mal tiempo, la marcha económica de nuestro país o la aparición de una nueva enfermedad.

Nuestro «sentido común» nos permite discernir claramente aquellas circunstancias que dependen de nosotros de aquellas que suceden sin que podamos hacer algo por provocarlas o evitarlas.

Sin embargo, Ho’oponopono propone que somos ciento por ciento responsables de cada situación que nos ocurre o que simplemente observamos a nuestro alrededor. Incluso de cualquier evento del que tengamos conocimiento.

Esta idea contradice la lógica más elemental que hemos aprendido y que es normalmente aceptada en nuestra sociedad. Aun así, a muchas personas nos ha parecido que el enfoque de Ho’oponopono acerca de la realidad es interesante y útil, y sentimos que la práctica de esta técnica ha cambiado para bien nuestra realidad exterior y también la manera en que pensamos, actuamos y nos relacionamos.

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Podemos atraer personas maravillosas a nuestras vidas…

Ho’oponopono propone que yo soy ciento por ciento responsable de todo lo que sucede en mi realidad, claro que las demás personas también son ciento por ciento responsables por sus propias experiencias. Esto quiere decir que si vemos a nuestro alrededor a alguien que está pasando por una situación difícil, es evidente que no fuimos nosotros los que le creamos ese problema. Esa persona es responsable de su propia realidad, de la misma manera que nosotros somos responsables de la nuestra.

En esos casos nuestra responsabilidad se limita a haber «invitado» a esa persona a formar parte de nuestra realidad. Y esa persona aceptó nuestra «invitación», por decirlo de alguna manera. El proceso de creación de la realidad es compartido por todos. Sería un verdadero proceso de co-creación.

Sin embargo, cada vez que sanamos nuestras memorias de dolor, nuestra evolución individual le sirve además a todas las otras personas.

Todos somos uno, nuestras mentes estarían unidas, de manera que cualquier progreso individual es un progreso de todos. Cualquier aspecto de nuestra mente que cada uno de nosotros consigue sanar, es un logro compartido con todos los demás.

 

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Nuestros pensamientos y creencias dan forma a nuestro mundo…

¿Cómo aplicar Ho’oponopono para crear una realidad mejor?

Ho’oponopono puede aplicarse frente a cualquier situación que nos resulte desagradable. Puede ser un conflicto con otra persona, una emoción negativa (angustia, tristeza, ira, rencor), un problema laboral, una carencia material, etc. Incluso puede aplicarse a los problemas de salud, pero sin olvidar que es necesario consultar siempre al médico y trabajar juntos de manera integrativa.

En su forma más sencilla, la práctica de Ho’oponopono consiste en repetir mentalmente o en voz alta las palabras Gatillo  «Lo siento, perdóname, gracias, te amo» como un mantra o  como si estuviéramos orando.

Al repetir estas frases nos estamos dirigiendo a la Divinidad (a Dios, si nos resulta un concepto más familiar), y le estamos expresando que lamentamos haber utilizado nuestro infinito poder creador para atraer a nuestras vidas una situación desagradable. Y le estamos expresando nuestra gratitud por sanar la parte de nuestra mente que atrajo esa situación.

 Reconocemos nuestra responsabilidad en relación con lo que sucede y agradecemos la sanación de nuestra mente.

 La aparición del problema es la consecuencia de algo que está presente primero en nuestra mente y que requiere ser sanado. En cambio, al orar normalmente pedimos un cambio exterior sin sentirnos necesariamente involucrados en la aparición del problema.

Con la práctica de Ho’oponopono no tratamos de identificar qué es lo que hay en nuestra mente que contribuyó a la aparición del problema.

Nos limitamos simplemente a pedir a la Divinidad que sane, limpie y transmute la programación mental que atrajo este problema a mi vida y a expresarle nuestra gratitud.

Desde el pensamiento consciente es bien poco lo que sabemos acerca de la totalidad de nuestra mente. Lo que podemos percibir es sólo el interminable discurso de nuestro ego, esa sucesión de pensamientos que parece no terminar nunca. 

Por eso le pedimos asistencia a la Divinidad, porque no podríamos por nosotros mismos identificar y sanar los elementos de nuestra mente que están convocando los problemas que a veces nos toca enfrentar.

 

Tenemos un infinito poder creador…

SOLTAMOS Y CONFIAMOS

Para que haya un cambio real en nuestras vidas debe haber un cambio emocional profundo en nuestras mentes y en nuestros corazones.

No es muy realista creer que si aplicamos Ho’oponopono o cualquier otra técnica de manera mecánica o rutinaria, se producirán automáticamente cambios importantes en nuestra realidad de cada día.

Hay dos emociones muy importantes que Ho’oponopono nos ayuda a desarrollar y sostener: arrepentimiento y gratitud.

Frente a cada situación desagradable que nos toque enfrentar debemos sentir verdaderamente que la hemos atraído a nuestras vidas. Debemos experimentar realmente esa emoción. La llamo aquí arrepentimiento, a falta de una palabra mejor. Pero a toda costa quiero evitar cualquier confusión con la culpa o los remordimientos.

Pero si le estamos pidiendo perdón a la Divinidad es que sí cometimos un error. Y al pedirle perdón es imprescindible sostener por un momento en nuestra mente la idea de que las cosas salieron mal debido precisamente a ese error que cometimos.

Al pedir perdón debemos comprender que teníamos otras opciones. Y es natural que lamentemos que las cosas nos hayan salido involuntariamente mal, sin que esto nos conduzca a sentirnos culpables.

Algunas ideas simples nos pueden ayudar a sostener el arrepentimiento sin caer en la culpa. Es evidente que todos estamos embarcados en un proceso de aprendizaje y evolución, por lo que estos errores, aunque se repitan una y otra vez, son inevitables. Entonces no hay razón para sentirnos culpables. Y además, la culpa no está justificada en estos casos porque no hemos obrado mal de manera intencional, sino que normalmente son aspectos inconscientes de nuestra mente, sobre los que no tenemos control, los que atraen situaciones desagradables a nuestras vidas, sin que nosotros hayamos aprendido aún cómo evitar este proceso.

La otra emoción muy importante que debemos experimentar al practicar Ho’oponopono es la GRATITUD.

Le damos las gracias a la Divinidad por la sanación de nuestra mente (¡nada menos!).

Pero también podemos sentir gratitud por la oportunidad que se nos presentó, en la forma de un problema, para poder evolucionar.

Nuestra vida rápidamente comenzará a reflejar, con hechos concretos y felices, los cambios positivos que sucedan en nuestra mente. Y cada novedad feliz en nuestras vidas será algo muy fácil de agradecer. ¡Ojalá no nos olvidemos de hacerlo!

Y podemos también agradecer profundamente el haber recuperado la capacidad olvidada de crearnos una vida mejor, de manera consciente y deliberada. Y no sólo para nosotros, sino también para nuestros seres queridos y para todas las personas que nos rodean.

El doctor Ihaleakala Hew Len

La historia del doctor Len ha dado la vuelta al mundo y más o menos es bastante conocida y fue la historia que me introdujo particularmente a mi en este mundo mágico que es el ho’oponopono:

Este doctor ejercía como psicólogo clínico y, un día, le propusieron prestar ayuda como responsable en un psiquiátrico penitenciario de Hawái. Hay que decir que, en dicha penitenciaría, el ambiente era duro, desagradable y el peligro era constante en la vida cotidiana, tanto que el personal penitenciario y los médicos no duraban mucho en sus puestos.
A pesar de ello, el doctor Len aceptó el puesto. Pidió que le entregaran los informes de cada uno de los pacientes y, antes de encerrarse en su despacho, insistió en que no lo molestaran para nada y que no le era necesario ver a ningún enfermo –actitud extraña viniendo de un psicólogo–, y fue respetado en sus deseos.

Pasaron los días

Pasaron los días y, al cabo de tres meses, más o menos, la gente se fue dando cuenta de que el ambiente y las relaciones con los enfermos habían mejorado como por arte de magia. Así se informó al doctor Len y le preguntaron qué hacía encerrado a cal y canto en su despacho, porque su extraña actitud despertaba la curiosidad de todos.
El doctor Len les explicó que estaba limpiando la memoria que tenían en común o, para ser más preciso, la memoria que había compartido con cada paciente al ir leyendo los informes de cada uno.
—Pero ¿ cómo lo hace ?
—Simplemente –respondió–, repito cuatro frases: «Lo siento, perdóname, gracias, te amo».
—¿Y ya está?
—Sí, ya está.
Y así fue como se quedó en su puesto de trabajo durante cuatro años, hasta que el psiquiátrico penitenciario cerró sus puertas. En efecto, ya no había pacientes.
Extrañamente, todos se habían curado, de modo que la existencia del psiquiátrico ya no tenía sentido.
El doctor Len explicó que limpiaba las memorias que había compartido con cada paciente, simplemente repitiendo: «Lo siento, perdóname, gracias, te quiero».

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